Cuando me desperté mi corazón palpitaba de manera precipitada. Las gotas de
sudor que se formaban en el comienzo de mi sien ahora rozaban mis rosadas
mejillas,mi respiración era entrecortada y ahogada, las lágrimas se agolpaban
unas tras otra en las cuencas de mis ojos dispuestas a desatarse en cualquier
momento como si de las cataratas del Niágara se tratara. Mi cuerpo estaba
cansado y entumecido a causa del largo viaje a caballo y el temporal,que se
había establecido en la que antes era una noche despejada donde se observaban todas las constelaciones que abarcaban el firmamento se había convertido es una espesa masa de niebla gris. En mi pecho
sentía un gran vacío y una enorme desesperación, la culpa me carcomía por
dentro. Nunca debí dejarla sola ante el peligro. Jamás tendría que haberme
marchado , no antes sin haberme asegurado de que estaría en las
mejores manos. En esos momentos no se me hubiera pasado por la cabeza que
aquella situación podría llegar a tal extremo,
el futuro de nuestro pueblo estaba a punto de caer en malas manos y eso era
algo que yo tenía que impedir de cualquier manera.Me adentré en la espesura del
bosque y dejé el caballo atado a un árbol para evitar tener que volver a pie
cuando regresáramos de vuelta a casa, rápidamente corrí hacia el corazón del boscaje, donde teóricamente ella me esperaba sana y salva ,o eso era lo que
intentaban albergar mis esperanzas. Vislumbré la figura de una mujer de espaldas y segura de que se trataba de ella me fui aproximando cada vez más, hasta que estuve a escasos centímetros de ella y extendí mi mano para agarrar la suya, pero en ese momento...
Un ruido ensordecedor hizo que me sobresaltara de mi espaciosa cama. Miré el despertador que ahora yacía en el suelo debido a que por mi sobresalto había rodado de la mesilla hasta un rincón de la oscura estancia y observé que tan sólo eran las tres de la madrugada. La ventana se había abierto de par en par a causa del terrible vendaval que se había desatado apenas unas horas atrás, un gélido suspiro de aire se coló por debajo de mis sábanas y me congeló hasta el alma. Como cada noche, tras ese terrible accidente, el miedo volvía a apoderarse de mi ser.
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