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sábado, 11 de febrero de 2017

EL MIEDO REAL EN LA FICCIÓN

   Hemos leído en clase un pequeño fragmento de una de las obras maestras de la literatura universal, Frankenstein. Su autora, Mery Shelley, innova en la novela gótica otorgando a la creación de la vida un medio científico y no uno mágico o místico. 

  En este fragmento se aprecia en los dos primeros párrafos la modalidad descriptiva por parte del científico creador de Frankenstein, primero de la escena y después del monstruo. El científico muestra su desagrado por la parte física de su creación, llegando a emplear las palabras catástrofe o engendro.

  En la segunda parte predominan las modalidades narrativa y expresiva en primera persona a manos del propio monstruo. Narra su llegada desde el bosque hasta el cobertizo en el que se refugia. 

  Pero lo más llamativo es que este ''monstruo'' no sólo siente, sino que sabe qué siente. Siente frío, hambre y sed; siente confusión, miedo y dolor emocional. Lo primero causado por su creador, lo segundo por la marginación. 

  Y esta marginación no puede estar movida por otra cosa que no sea la xenofobia. La xenofobia es una de las fobias más peligrosas, tanto para quien la padece como para quien la sufre. ¿Sabéis ese miedo a la oscuridad que se manifiesta en la mayoría de niños? Lo llamamos miedo a la oscuridad por llamarlo de algún modo, pues realmente este miedo se encuentra en no ver qué hay, en no saber qué les rodea, en lo desconocido. 

  Es entonces cuando imponen su luz, algunos la de su habitación, otros la del pasillo y otros tantos la de una pequeña lamparita, a algo tan natural como es la oscuridad, con el único objetivo de poder descansar en paz. Y qué maravillosa paradoja que al cerrar los ojos no puedan ver más que la oscuridad, pues así funciona la biología de nuestro cuerpo que es, permitidme la contradicción a la creencia popular, mucho más sabia que la mente consciente y ''racional'' del ser humano. 

  Me gustaría decir que esta xenofobia la crea quien la padece y es una elección, pero la verdad es que está impuesta la mayoría de veces. Yo misma admito que si me encontrara con un monstruo de frente mi primera reacción sería correr, y eso que nunca me ha ocurrido. Jamás he visto ninguno pero sí he visto películas, he leído libros y he oído hablar del Coco desde antes de tener consciencia. Nadie se ha parado nunca ha preguntarse qué opinarían los monstruos sobre este punto de vista. 

  Una vez escuché un cuento en el que el famoso lobo de Caperucita Roja narraba su parte de la historia y el lobo parecía pasar a ser la víctima. ¿Hubiésemos sacado la misma conclusión de la misma historia si quien la narraba hubiese sido la mujer o el niño cuya casa allanó Frankenstein?

  
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