Una de las lecturas obligatorias de este trimestre es el famosísimo libro de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray. Más adelante, me gustaría hacer una entrada sobre esta novela, pero antes comentaré su no menos famoso prefacio. En él ofrece a sus lectores una crítica a la crítica literaria y una visión esteticista del arte.
El esteticismo fue una corriente fruto de la reacción artística ante la literatura moral de la era victoriana. Sus máximos representantes fueron Dante Rosetti, William Morris y el ya mencionado Oscar Wilde. Pero lo más importante es ¿qué defiende esta corriente artística?
Los esteticistas defendían el arte por el arte y la forma siempre por encima del contenido. Esto puede verse claramente en las siguientes frases del prefacio de Wilde:
- Un libro no es, en modo alguno, moral o inmoral. Los libros están bien o mal escritos. Eso es todo.
- Ningún artista tiene simpatías éticas. Una simpatía ética en un artista constituye un amaneramiento imperdonable de estilo.
Estas afirmaciones pueden sonar muy radicales (posiblemente fuese la intención del autor) aunque, desde mi punto de vista, me parecen una ligera contradicción ante estas dos frases incluidas en el mismo prefacio:
- Ningún artista es nunca morboso. El artista puede expresarlo todo.
- Todo arte es, a la vez, superficie y símbolo.
Estoy de acuerdo con estas dos últimas afirmaciones, pues, a mi parecer, el arte tiene dos intenciones principales: desahogar al autor y evocar en el receptor. No creo que pueda crearse arte partiendo sólo de lo estético pues, ¿en quién evocarían sentimientos? Yo lo diré: en la gente superficial. Tampoco creo que pueda crearse arte únicamente mediante el mensaje; se trataría de una mera argumentación.
Yo pienso que el arte es una mezcla de ambas y hay gente que se atañe a lo estético y lineal, a gozar del arte sin ningún esfuerzo intelectual, a disfrutarlo como quien consume un programa de televisión con el único objetivo de pasar el rato y esto me parece, cuanto menos, simple y vacío. También existe gente que sólo se centra en el mensaje e intención sin disfrutar la trama, los recursos y lo visual. Normalmente esta gente desecha todo aquello que no vaya acorde con su pensamiento y practica lo que me gusta denominar ''masturbación mental'', consumiendo sólo el arte en el que vean su mentalidad plasmada. Muy a mi pesar he de llamarles cínicos.
Y luego se encuentra la gente que, es capaz de ver el arte como la comunicación que es. De ver cada uno de sus siete canales dentro de un contexto que puede ser la época en la que vivió el emisor o en la que se encuentra el receptor, con un código que poseen incluso la escultura y pintura y con un mensaje que, desgraciada o afortunadamente, se ve distorsionado por el ruido más precioso, que es nuestra propia mente. Y como toda comunicación necesita un emisor y, cómo no, un receptor que cada vez escasea más.
Y llegados a este punto me gustaría hacer una petición a modo de consejo, del que espero realmente que al menos una persona que lea esto no hará oídos sordos: sed receptores y no seáis simples, superficiales, vacíos ni cínicos. Sed receptores y consumid arte, sentíos vivos. Estad de acuerdo y desacuerdo con los mensajes que interpretéis vosotros mismos, que a la larga es la mejor manera de conocerse.
Me gustaría terminar con dos de los puntos del prefacio que más han llamado mi atención y con los que no podría estar más de acuerdo: '' Los que buscan bajo la superficie, lo hacen a su propio riesgo. Los que intentan descifrar el símbolo lo hacen también a su propio riesgo''.
Arriesgaos.
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OSCAR WILDE |