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domingo, 12 de marzo de 2017

LOS VIAJES DE SWIFT

  Jonathan Swift fue un escritor irlandés, concretamente el creador de Los viajes de Gulliver, novela mundialmente famosa y alabada. Pero hoy me gustaría hablar de las cosas curiosas que vivió este escritor, haciendo honor al título de la entrada.

  Durante la guerra civil trabajó como secretario para Temple, lo que le permitió conocer a su hija y enamorarse perdidamente de ella. Mostró este amor a través de diversas cartas que en un principio fueron secretas pero que más tarde se publicaron con el título de Cartas a Stella. 


  Su segundo gran amor, aunque probablemente sólo ella estuviese enamorada, ocurrió años más tarde y con condición de amante. Le puso el sobrenombre de Vanessa y mantuvo correspondencia con ella, aunque esta vez ella sí devolvía las cartas, pues era también escritora. Se dice que este nombre, Vanessa, fue inventado por el mismo Swift.


  Todas las obras del autor fueron críticas a la sociedad de la época a modo de sátiras. Llegó incluso a criticar los dos campos en los que ejercía como escritor y párroco, acusando a la literatura e Iglesia de pretenciosidad e hipocresía. Esto se muestra en su obra Historia de una bañera.

  Al principio de la entrada mencioné la novela que condujo a Swift a la fama y que, por supuesto, tiene innumerables datos curiosos. Uno de ellos se encuentra en la primera personificación de un animal dentro de una novela. Este animal, además de hablar, tiene capacidad de raciocinio e intenta comprender cosas que abarcan desde la mentira hasta la imposición del ser humano por encima del resto de animales. Con esto consigue mostrar la ética desde la empatía; es decir, desde el lugar del otro.

  Pero estas curiosidades no acaban en el borde de las letras, sino que entra de lleno en las ciencias y, dentro de la propia historia, habla de las dos lunas de Marte y describe, casi a la perfección, su trayectoria. Huelga decir que estas lunas, Fobos y Deimos, fueron descubiertas por los astrónomos nada menos que 150 años más tarde. ¡Un siglo y medio!

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